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Érase una vez un hombre inconformista, intrépido, emprendedor, aventurero en busca de la perfección, lo inimitable, inigualable, la genialidad de algo llamado... excelencia. '¡Qué bonito!', exclamaba la gente a su alrededor sin saber las consecuencias que traería. Como si en el deporte 2+2 fueran 4, el muchacho, llamado Florentino, creía disponer cada temporada de los mejores hombres para hacer posible su sueño... 'la excelencia galáctica'.
Además de empalagosa, la excelencia es cara. Más que un anillo de oro aunque menos que comprar un país; bueno, depende de cual. (PVP: El año pasado unos 260 millones de euros y este año la mitad). Es un capricho. Un souvenir que tienes en casa pero que hace más gracia si lo compras en el extranjero (fichajes internacionales mejor que cuidado de cantera o seguimiento de talentos de aquí).
Pero además es exigente. La buena excelencia se caracteriza por agotarse cada año en el intento de convertirse en ella misma. Se idolatra a principio de temporada y termina desdiciéndose y proponiéndose una liposucción para la campaña que viene. La batería (entrenador) de la excelencia suele durar pocos meses, aunque no suelen cambiarla por otras pilas a mitad de temporada, son caras y no gusta al público (maldito público).
A lo anterior hay que sumar que la impaciencia de la excelencia impide mirar de aquí a dos años (incompatible con seguimiento de canteranos, etc. que necesitan una evolución de más tiempo; al igual que creer en un proyecto que no haya ganado un título en un año, aunque dijeran al principio de temporada que esperarían dos años para evaluar).
Pero la excelencia, mimada desde bien pequeña, es inconformista y si le das la mano quiere el brazo (da igual si se ganan títulos -Del Bosque- si tu entrenador no habla inglés le despides porque buscas... la excelencia en la pronunciación británica).
Florentino, con el mismo sombrero de aventurero con el que empezó, continúa su búsqueda. Van casi diez años de exploración galáctica para encontrar la excelencia; eso que tuvo un día en sus manos gracias a una excelente bolea de Zidane en Glasgow.
Sí amigos, a eso el resto de la gente le llama Copa de Europa; Florentino, lo llamó la excelencia pero, insatisfecho con ella, siguió buscando y buscando y buscando y buscando y buscando...
- '¡Oh, mi capitán, mi capitán, excelencia a la vista!
- ¿Dónde, mi querido Jorge?
- Hacia allá
- Vayamos entonces, vayamos...'.
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