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Himno de España y sin pitos, banderas nacionales, sentado en una silla diferente y sólo podía hablar en catalán con apenas un puñado de personas. Joan Laporta jamás vio el Camp Nou tan español como la noche de este miércoles. Fue su último partido como presidente azulgrana en ‘su’ estadio. El Princípe Felipe le quitó la butaca presidencial al tiempo que sustituyó a su padre por primera vez en la historia de la denominada Copa del Rey, vigente desde 1977.
El Príncipe tenía ocho años cuando el 26 de junio de 1976 acompañó al Rey Juan Carlos en el palco del Santiago Bernabéu para seguir su primera final copera. El Atlético de Madrid derrotó en aquella ocasión al Zaragoza por 1-0, gol de José Eulogio Gárate, el último de su carrera ya que una imprevista infección forzó su retirada del fútbol. Don Juan Carlos entregó a Gárate, entonces capitán del Atlético de Madrid, el trofeo de campeón que justo hasta ese año se denominó "Copa del Generalísimo" para cambiar inmediatamente después a "Copa del Rey".
Ayer, el Rey faltó a su copa. Su Majestad permanece ingresado en el hospital Clínico de Barcelona aunque le dio tiempo de aconsejar a su hijo sobre la ceremonia. Más charlatán que Don Juan Carlos, Don Felipe dio la enhorabuena a Andrés Palop muy a su pesar (por su corazón rojiblanco). Ya tendrá tiempo Su Alteza de dar algún trofeo a su Atlético cuando reine.
Aunque raro será que repita escenario. Desde 1970 no se jugaba una final de Copa en el Camp Nou y por aquél entonces Franco entregó el trofeo del Generalísimo a Pirri, tras derrotar el Madrid 3-1 al Valencia. Desde ese día, en ninguna ocasión el Camp Nou recogió tantas banderas de España como anoche. ¿Pasarán otros 40 años para jugar en el estadio más grande de Europa?
‘Menos mal que el azulgrana de los banderines de córner se ha respetado’, pensaría Laporta, con corbata negra en la noche de ayer. En un partido que ni fu ni fa para él, el president pudo repasar todos los logros conseguidos en ese césped. El último está por llegar: David Villa se presentará este viernes en un Camp Nou que desea ponerlo a rebosar. Por lo menos se llevó el último recuerdo de los presidentes del Atlético de Madrid y Sevilla FC. José María del Nido le regaló una réplica de la Giralda y de la boca de Enrique Cerezo salieron dos palabras en catalán: “¡Moltes felicitats!”.
Ruíz-Gallardón no dio suerte
Siguiendo por el palco, esta vez sí que se pudo ver al alcalde de Madrid, Alberto Ruíz-Gallardón, no como en la final de Hamburgo. Se sentó junto a Esperanza Aguirre y ambos aparcaron sus diferencias políticas por noventa minutos a tenor de sus gestos de complicidad. En ningún caso dieron tanta suerte como los 28.000 sombreros del presidente Del Nido, quien se atrevió a levantar la copa antes que sus jugadores y ponerle uno de ala ancha que llevaba su firma.
Abajo, en el césped, hubo peleas y hasta enfrentamientos verbales entre los dos técnicos. Quique, tentado y casi apalabrado con el Sevilla, tiene todavía que meditar si deja el Manzanares por el Guadalquivir. Antonio Álvarez, por su parte, puede haberle quitado el puesto sevillista con el título de anoche y la cuarta plaza en Liga.
Tras el pitido final de Mejuto González, el último de su carrera, los jugadores del Sevilla corrieron por todo el campo con diferentes objetivos. Unos buscaron a familiares, otros a la afición, unos consolaban a los rojiblancos y, mientras, Palop cogió el ‘bus’ para subir al palco. El Camp Nou es de los pocos estadios que no comunica directamente el palco con el césped y por eso sólo subió el capitán de cada respectivo equipo, el del Sevilla con una camiseta de Antonio Puerta, por cierto. Esta incomunicación fue una de las pegas para celebrar allí una final de Copa que siempre se recordará por el estupendo ambiente que se vivió en las gradas.
(Artículo escrito en El Confidencial)
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