Rodeado de seres de su misma especie, un portugués llamado José Mourinho habla un idioma que sólo una parte de sus oyentes entiende. Mourinho tiene la habilidad para enfrentar a gente que cree en él y en su trabajo. En lo que hace, pero no en lo que dice, en su expresión, en su forma. Todos comparten su contenido pero sólo algunos el continente. El madridismo se ha dividido.
Él se extraña. Mira a su alrededor y no comprende por qué genera tanta animadversión. Primero fueron los aficionados al balompié, luego los periodistas. Ahora gente fuera del fútbol es la que también tiene una opinión a cerca de él.
Es capaz de unir a un culé con un merengue. Los dos opinan que Mourinho es un 'bocazas'. Otra parte del madridismo le apoya y está seguro de que tiene razón. Un ser humano que dice las cosas como las siente. Otros creen que expresa cada palabra por un motivo diferente al que expone.
Criticado por unos, protegido por otros. Mourinhista o no. Sea uno del Barça, Atlético o Madrid. Esto no va con el escudo sino con una forma de pensar.
Creador de temas de tertulia. Roba el tiempo al fútbol en la prensa. Quita espacio a otros deportes más necesidados de publicidad. Él es el protagonista del deporte rey.
Aburrir, aburre. Cansa, agota. Es su capacidad de reinventarse y generar 'historias' nuevas lo que le hace atractivo, a la vez que pesado. Pero aquí estoy, perdiendo el tiempo en él (y tú leyendo).
Sólo es un ser humano en la Tierra que lucha por lo suyo, con sus armas. Lo mismo se equivoca, o no. En cualquier caso, su problema está en Barcelona y se llama Barça. Si no tuviera enfrente al mejor equipo culé de la historia estaría menos tenso, más abierto. Para eso llegó a Madrid y por ello puede marcharse. Hasta entonces, habrá que aguantarse en cada rueda de prensa suya (menos mal que hay veces que habla Karanka, un respiro par ala prensa).
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